Una de las deudas pendientes en Argentina consiste en democratizar sus fuerzas de seguridad. Estas y especialmente la Policía Bonaerense han logrado manejarse con niveles muy altos de autonomía política, doctrinaria y económica. La autonomía significa que aquellos que son elegidos como autoridades políticas con el voto o los gobiernos, tienen limitadas las capacidades para conducir las fuerzas de seguridad. La mayoría de los gobiernos provinciales, por más deseos de cambiar la institución, han caído en fijar un pacto político-policial. Contrato implícito o explícito en el cual la policía garantiza que los territorios no se descontrolen y por parte del poder político se hace la vista gorda en los negocios en los cuales la fuerza es evidentemente cómplice. En su larga historia hubo intentos progresivos que buscaron recuperar la conducción política por parte del Ministerio de Seguridad de la provincia e iniciar procesos de reforma, en ningún momento podemos hablar que existió un cambio de la doctrina de esta fuerza de seguridad, es decir, nunca hubo una reforma integral y perdurable.
La complicidad con los mercados delictivos mediante los cuales se genera un circuito de recaudación de recursos provenientes de la actividad ilegal es harto conocido por gran parte de la ciudadanía. Así el narcotráfico, la trata de personas, el juego clandestino, el robo y la venta de autopartes, entre otros se convirtieron en negocios para-estatales, delitos para-estatales, regulados por la intervención policial. Se entiende a esta “criminalidad organizada” como un emprendimiento económico protagonizado por grupos delictivos que se conforman y funcionan en forma estructurada durante cierto tiempo y que actúan de manera concertada con el propósito de cometer uno o más delitos graves, siempre en función de obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico o material.
Para poder continuar con este tipo de negocios, se necesita un chivo expiatorio, algo o alguien que permita sacar las culpas, ubicarlas en otro lugar. Alguien que tenga efecto distractivo a toda la población, que permita justificar la existencia de la policía, y cumplir con sus fines legales, que es nada más y nada menos que prevenir el delito y no como sucede, formar parte de él. El joven de barrio populares, de la sociedad no integrada es ese chivo expiatorio, es una construcción social intervenida por las policías con un hostigamiento permanente.
Muchas veces antes los distintos hechos de inseguridad y de delito callejero o de violencia, todos creen tener respuestas, evadiendo la complejidad del problema y apelando a políticas reactivas de mano dura que jamás tuvieron resultados positivos. Asi vemos desfilarse en las campañas electorales delirios de distinto orden que envuelven a la sociedad en nuevos ciclos de aumento de la violencia. Cuando no se sabe sobre un tema y mas si es sobre una politica publica es mejor informarse y asesorarse. Es decir, buscar hacer desde el conocimiento. Pero la realidad demuestra que en poco casos los gobierno ignorantes recurren al asesoramiento adecuado.
Uno de los que estudia las politicas de seguridad y, principalmente, a las policias como puntas de lanza es Marcelo Saín quien marca una particularidad sobre la tematica manifestando que en la actualidad podemos ver diferencias entre las politicas economicas, sociales y comunicacionales entre los gobiernos kircheristas y el gobierno de cambiemos. Sin embargo en politicas de seguridad hay mas continuidades que rupturas. Textualmente decia Marcelo Sain entrevistado hace unos dias:
“El ethos de la clase política argentina para controlar lo que es delincuencia común ha sido el mismo para todos los gobiernos. Desde la presentación del plan de seguridad del año 2009 en la quinta presidencial con Cristina Fernández y Sergio Massa como jefe de gabinete hasta ahora la política es la misma. Y es: controlar los sectores integrados de la sociedad, las áreas comerciales, las áreas industriales, los sectores de clase media y clase alta, los centros urbanos, a través de videovigilancia, patrullamiento y saturación policial, y controlarlo de lo que es la invasión, para la lectura rústica, de los excluidos. Fijate que cuando se despliega el Operativo Centinela lo que hacen es rodear barrios calientes. ¿Cuáles son los barrios calientes? Los barrios populares. O sea que el mismo gobierno que los integraba a través de urbanizaciones, políticas sociales, políticas de salud y políticas educacionales, después los excluía rodeándolos con gendarmería y quedaban estigmatizados como los barrios donde habitan las clases peligrosas. Esa contradicción se mantiene al día de hoy. Y la única estrategia que hay de control del crimen común es lo que te piden los intendentes hoy: más policías en la calle. Es, vale decir, lo que se llama estrategia de seguridad de prevención situacional. Esto es, controlo el núcleo duro integrado de la ciudad para que haya poco nivel de conflictividad, porque ahí están, entre otras cosas, mis votantes más importantes, la sociedad que construye opinión pública a través de los medios. Porque cuando hay un hecho fatal en las barriadas populares no hay escandalización, ni mediática ni social, pero cuando eso ocurre en la sociedad integrada sí hay escandalización social y mediática. Con lo cual, todo el aparato de seguridad gira en torno de esto. Esto no ha cambiado. La clase política argentina nunca ha problematizado esto. Y el otro tema es el control del crimen organizado, que tanto durante el kirchnerismo como ahora se hizo a través de la participación policial en las redes criminales complejas, como te explicaba antes. La gran diferencia del kirchnerismo con esto es el control de las grandes manifestaciones y la no habilitación desde las estructuras gubernamentales al uso abusivo de la fuerza. Yo creo que Cambiemos lo que hace ahora es levantar los frenos inhibitorios y habilitar a las policías, ya sea con órdenes explícitas o con la construcción de climas de época, porque cuando el presidente dice que quien mata defendiéndose de un delito está bien y debe estar excarcelado, está de alguna manera habilitando cultural, política y socialmente a que haya mano dura, gatillo fácil, razzias, controles poblacionales más violentos de los que existían antes. Ahí sí hay una ruptura. Pero todos han tenido conducciones políticas que han dejado mucho que desear. Yo no veo mucha diferencia, en lo que es el efecto institucional de la conducción política, entre Aníbal Fernández, Sergio Berni, Patricia Bullrich y Cristian Ritondo. No veo mucha diferencia.”
Todo este aparato de políticas violentas recae sobre jóvenes de los barrios populares a través de un hostigamiento permanente. La gran mayorías de los jóvenes, no entra en la gilada que proponen los delirios paranoicos de los funcionarios sino que elige armar una vida que salga de cualquier posibilidad de tener un contactos con las policías. La juventudes se organizan para crear sus propias fuentes de trabajo ante el sistema laboral excluyente, crean actividades culturales, deportivas, sociales, pedagógicas para enfrentar las problemáticas de las barriadas. Caminan a paso firme en recuperar los derechos que les fueron arrebatados.
Hoy en Código de Radio hablaremos en como operan las policías en forma hostil para mantener el sistema, también hablaremos en cómo las juventudes sin ningún apoyo estatal se construyen un presente y futuro digno.
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