miércoles, 5 de octubre de 2016

Editorial #23 - 5 de Octubre de 2016


Acelga, ajo, albahaca, alcaucil, apio, arveja fresca, berengena, brócoli, cebolla de verdeo, chaucha, choclo, coliflor, espárrago, espinaca, frutilla, hinojo, lechuga, perejil, pimiento, puerro, radicheta, remolacha, repollo, rúcula, tomate, zanahoria, zapallo de tronco y zapallo.

Alimentos que diariamente consumimos, sin conocer que esa es gran parte de lo que se produce en el cordón fruti-horticula de la ciudad de Mar del Plata. Los encargados, no son terratenientes ni hacendados: son agricultores familiares o pequeños productores.

En nuestro país, este tipo de productores, que garantizan la producción agropecuaria, contabilizan un total aproximado de 250.000 trabajadores. En el mundo, hay más de 1.100 millones.

Estos campesinos trabajan la tierra o crían animales con sus propias manos sin un patrón, sea esta tierra suya, sea comunitaria o sea arrendada. A los que están bajo patrón se les llama “peones rurales”. El trabajo se desarrolla típicamente en lotes familiares, comunidades, comunidades campesinas, montes y bosques, todo en el espacio rural.

El trabajo en el campo, la concentración de la tierra y los procesos de comercialización injustos de sus frutos tienen una raíz histórica. A comienzos del siglo XVII Manuel Belgrano decía:

"Todo pueblo que renuncie a los beneficios de agricultura y que ofuscado con los lisonjeros beneficios de las artes y del comercio, no pone cuidado en los que le pueden proporcionar las producciones de su terreno, se puede comparar, dice un sabio político, a aquel avariento que por una mayor ganancia contingente pospone imponer su dinero en los fondos de un rico, por darlo un hijo de familia que lo gastará en el momento”

Tambien Belgrano se despachaba contra la desigualdad en el acceso a la producción:

“La indigencia en medio de las sociedades políticas deriva de las leyes de propiedad; leyes inherentes al orden público, leyes que fueron el origen de esas mismas sociedad, y que son hoy la causa fecunda del trabajo, y de los progresos de la industria, y de las variaciones continuas de fortuna, que han sido un efecto necesario de aquellas vicisitudes, se han elevado entre los hombre dos clases muy distintas; la una, dispone de los frutos de la tierra, la otra es llamada solamente a ayudar por su trabajo la reproducción anual de estos frutos y riquezas, o a desplegar su industria para ofrecer a sus propietarios comodidades y objetos de lujo en cambio de lo que les sobra”

Mas de 200 años después, el 14 de septiembre pequeños productores realizaron un “verdurazo” en la Plaza de Mayo en reclamo por el acceso a la tierra y denunciando que en el contexto inflacionario son los intermediarios quienes se quedan con la mayor parte de lo que abona el consumidor, que es hasta un 400% más que lo que gana el productor. El ministro de Agroindustria criticó a los manifestantes y deslegitimó el reclamo.

Los argentinos no somos los únicos que tenemos problemas en el reparto de la tierra y en la concentración de la riqueza. La concentración de la tierra, el avance del monocultivo, y la destrucción e inviabilidad de las producciones familiares y pequeñas son injusticias que hemos sufrido históricamente los pueblos de Nuestra América. Nuestramérica en disputa.

Colombia, y las bases para la transformación del campo que incluían los Acuerdos de Paz rechazados por holgada minoría en el Plebiscito del Domingo 30, que intentan crear condiciones de bienestar y buen vivir para la población rural, y se plantean como objetivo la erradicación de la pobreza rural extrema y la disminución en un 50% de la pobreza en el campo en un plazo de 10 años, la reactivación del campo y en especial, el desarrollo de la agricultura campesina, familiar y comunitaria. Entre las medidas concretas, también, se establece en los acuerdos la creación de un fondo de tierras, se garantiza el acceso integral a la tierra y la herramientas para trabajarla y un plan masivo de formalización entre otras.

El Estado Plurinacional de Bolivia, que en su reforma constitucional limitó la concentración de las tierras, prohibiendo el “latifundio y la doble titulación por ser contrarios al interés colectivo y al desarrollo del país”, e imponiendo  que “El incumplimiento de la función económica social o la tenencia latifundista de la tierra, serán causales de reversión y la tierra pasará a dominio y propiedad del pueblo boliviano.” A comienzos de 2015 el Instituto Nacional de la Reforma Agraria de Bolivia, informó que se batió record de avance en el saneamiento y distribución de los titulos de 4.161.527 (cuatro millones ciento sesenta y un mil quinientos veinte siete) hectáreas de tierra durante la gestión 2014.

También el Papa Francisco, definió el el 28 de octubre de 2014 ante los movimientos populares que “la reforma agraria es además de una necesidad política, una obligación moral”

El acceso a la tierra como factor de producción y reproducción ha sido históricamente un eje de lucha del campesinado. En el caso particular de Argentina no se implementaron procesos de reforma agraria o de distribución sistemática de tierras, aunque sí existieron iniciativas parciales de acceso o reconocimiento de la tenencia de la tierra en épocas del peronismo. Sin embargo, el campesinado argentino sí ha emprendido acciones de ocupación de tierra en distintos períodos, que junto a otros elementos, ha configurado un escenario de conflictividad.

Hoy, las organizaciones campesinas, incluso en Argentina, han resignificado su proposición de reforma agraria a la luz de los fracasos de experiencias concretas motorizadas por el Estado o el mercado a lo largo del siglo XX . En este marco, la propuesta de “reforma agraria integral” apunta a reescribir la cuestión del acceso a la tierra, colocando al territorio como centro de demanda, y rodeando a la dimensión productiva con otras que hacen a la reproducción de un modo de vida, la cultura, el conocimiento, entre otras dimensiones.

La propuesta de reforma agraria integral incluye la discusión en torno a la superación de las limitaciones de la propiedad privada, colocando en el horizonte la exploración de formas de tenencia comunitaria tendientes a conformar una territorialidad campesina, en tanto control colectivo del espacio.
A su vez, la ascendente movilización campesina impone planteos en torno a la cuestión alimentaria, instalando la discusión sobre el qué, el cómo y el para quién de la producción agroalimentaria, recuperando al campesinado en su rol histórico de productor directo de alimentos. Así se ha configurado un discurso sobre los derechos a la producción, procesamiento, acopio, comercialización y consumo de alimentos, interpelando con esto último en forma directa a las poblaciones urbanas, sobre todo a las que tienen problemas de acceso a los alimentos en las condiciones que emplaza el supermercadismo.

En síntesis, eso se llama Soberanía Alimentaria, y de eso vamos a hablar hoy, también en Código de Radio.-

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