miércoles, 14 de septiembre de 2016

Editorial #19 - 7 de Septiembre de 2016

El 25 % de la población mundial vive en asentamientos precarios y 3,500 millones de personas subsisten con menos de dos dolares diarios.

La globalización y tecnologización de algunas empresas ha generado a escala global la reducción de la fuerza de trabajo necesaria para producir bienes y servicios. Esto, contra lo que dicen los discursos tecnofundamentalistas, no ha mejorado las condiciones de vida de las mayorías, sino que sólo ha producido una mayor concentración de la riqueza, a la vez que tiende a la precarización laboral.

Vivimos en una economía de tres velocidades: La primera la componen las transnacionales y el capital financiero, que andan en avión y cierran negocios por sumas inimaginables. Después, en auto, anda aquella que es nacional, local y está compuesta por las Pymes, mostrando muchas veces un trabajo asalariado precario, inestable y tercerizado. Por último, la economía popular, que desde las unidades de trabajo sin capital, y con mínimas tecnologías, desarrollan un trabajo de subsistencia dignificante de sus trabajadores.

La economía popular es el conjunto de actividades laborales que el pueblo inventa para sobrevivir fuera del mercado formal. Este trabajo dignifica, en la medida en que es socializado y planificado. Crea dignidad cuando es organizado. Esta economía se desarrolla en el contexto de sometimiento de poblaciones enteras que viven en asentamientos precarios, y que se ven privados por ello del acceso a los servicios elementales de salud, educación, vivienda, saneamiento, transporte, agua potable, electricidad, comunicaciones entre otros.

Así, la economía popular incluye a trabajadores del transporte informal, de las cooperativas de trabajo en viviendas, mejoras en los barrios y en el hábitat; a los microemprendimientos, a los integrantes de la agricultura familiar, cartoneros, vendedores ambulantes, manteros, artesanos, feriantes, motoqueros, empresas recuperadas, trabajadores domésticos, costureros, limpiavidrios y trapitos.

La organización de la economía popular se hace desde las unidades productivas, que generan bienes y servicios a partir de la organización popular y la militancia. Se organiza la economía y se crea con ella la organización sindical, que tendrá como objetivo luchar por las reivindicaciones concretas de los trabajadores que representa.

Así, se crea de las unidades de trabajo una economía comunitaria que permite la distribución de los ingresos, la organización democrática del trabajo, la conducción colectiva, los precios sociales, la propiedad colectiva, y el uso común de la tecnología. La solidaridad en ejercicio constante y permanente.

En Código de Radio vamos a conocer los objetivos que tienen los trabajadores y trabajadoras que conforman la economía popular, que son varios: el trabajo digno, los derechos laborales, los derechos a tener su organización gremial, a su tratamiento diferencial respecto a la economía formal, por solo citar algunos.

Porque las batallas por el acceso a los derechos sociales, laborales, culturales y económicos imprimen en la militancia la necesidad de equivocarse, y surgen así los errores más comunes son el individualismo, la improvisación e irresponsabilidad, la pérdida de contacto con el pueblo, la búsqueda de referencia en cualquier cosa.

Y frente a ello es necesaria la organización colectiva, democrática, popular; que los trabajadores de la economía popular aportan como bandera. Hoy, aquí y ahora abordaremos los derechos de los trabajadores de la economía popular, aquellos que el sistema capitalista quiere dejar fuera porque “los derechos no se mendigan, se defienden y se conquistan”.

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