miércoles, 10 de agosto de 2016

Editorial #13 - 13 de Julio

Nos, los Representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos; declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli; quedar en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas, así lo publican, declaran y ratifican, comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo del seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación, y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un Manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración. Dada en la Sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios.
ACTA DE INDEPENDENCIA DE LAS PROVINCIAS UNIDAS EN SUD AMERICA. 9 de Julio de 1816.

El Bicentenario de esta trascendental decisión reactualiza debates siempre presentes, preguntas que no se responden, y alternativas que no se atienden.

La extranjerización de nuestra economía, la dependencia de las potencias centrales, la escandalosa concentración de la riqueza, y el saqueo de los bienes de la naturaleza, deben ser señales de alarma para quienes decidimos vivir en un país efectivamente libre de toda potencia extranjera.

Esas alarmas, seguramente se están prendiendo en quienes ocuparon el espacio público apropiándoselo para la celebración popular, recuperando el valor de la identidad y el encuentro colectivo, como pasó en Mar del Plata y otras ciudades del país, sin militares carapintadas, ni vallas que sólo dividen.

Esas alarmas frente (y contra) la situación de subordinación a que nos están conduciendo como país, se están prendiendo en quienes denuncian las consecuencias del maldesarrollo, que privilegia el consumo destruyendo la naturaleza.

Porque ser un país independiente no es algo natural, ni pacífico, ni inmutable. La independencia es un horizonte, una disputa y lucha constante, de contradicciones y antagonismos; política y cultural. Es un proceso en el cual hay que ocupar lugares, y construir mayorías.

Emanciparnos va acompañado de ejercer cada vez más derechos. Si queremos gozar de un ambiente sano y equilibrado para el desarrollo humano debemos declarar nuestra independencia de Monsanto con relación a la producción agrícola. También declararnos independientes de las multinacionales que lucran con la minería a cielo abierto.
Somos una país incalculablemente rico.  Por culpa de la dependencia, la riqueza, se transformó en una maldición. Si queremos ejercer nuestros derechos, debemos emanciparnos y recuperar con cada derecho, soberanía.

Soberanía sobre nuestra tierras
Soberanía sobre nuestras islas
Soberanía sobre nuestros cuerpos
Soberanía sobre nuestra cultura

En camino de lograr UN BUEN VIVIR

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