Semillas hay de todo tipo y color. Todas claro, provienen de interior del fruto de una planta y si se generan las condiciones necesarias darán nacimiento a una nueva planta, que dará nuevas semillas. Así es su ciclo natural. Naturalmente infinito.
Hace unos días me asomé a un cantero de mi casa que tenía tierra descansando. Como mágicamente aparecieron cientos de plantines de tomate. Semilla generosa ella que ni siquiera tuve que colocar ahí que ya germina. Es que algunos tomates de la cosecha anterior habían caído al suelo llenos de semillas, como los tomates de verdad, y se guardaron bajo tierra durante todo el invierno para aparecer con los primeros calores de primavera. Ahora es sólo cuestión de separarlos, poner los tutores y, porque no, regalar algunos.
Cierto es que no corro la misma suerte con otras especies. Como los frutales por ejemplo. Nunca pude hacer que germine ni una sola semilla de naranja. Es que los árboles tienen todo un procedimiento que requiere mucho más que asomarse al cantero.
Las que me gustan mucho son las semillas de lechuga. Tal vez porque tienen la capacidad de volar con el viento y esa es una fantasía de todas las personas. Ellas se encuentran en la flor de la planta, en un bulbo redondo con pelos hacia afuera. Al desarmarlo encontrás un montón de semillas con sus respectivos pelos que funcionan como aletas o hélices para emprender vuelo donde el viento quiera. Cierto es que son de difícil manipulación por su forma finita y pequeña y por eso se recomienda su plantación al voleo.
Las de zanahoria también son muy diminutas y se tienen que plantar directo a tierra. De estas me gusta su carácter enigmático ya que, la planta crecerá y hasta el momento de la cosecha no se sabe que vendrá.
Las de acelga y espinaca son más robustas. Requieren una primera instancia de almácigo donde se forma el plantín y luego, cuando la luna mande, se transplanta a tierra. Dependiendo de la época del año tardará tantos o cuantos días para una buena lasagna.
Otra semilla guerrera, de las que no necesitan siquiera que uno las tire a la tierra es la del zapallo. Quienes compostamos los residuos orgánicos sabemos que cuando vayamos a buscar tierra a mediados de primavera saldrán las plantas de las semillas de los zapallos que nos comimos la temporada anterior. Si no compostamos o no comimos zapallos la temporada anterior podemos sembrarla en líneas y a una distancia importante una de otra ya que el zapallo es generoso pero abarcativo.
También las hay de las que por sí mismas son alimento. El lino, la chia, el girasol, el maíz, el sésamo, la quinua entre otras. A estas, para activar sus principios es necesario hidratarlas previamente.
También están las leguminosas. Porotos, lentejas, garbanzos, habas y otras que aportan muchos nutrientes a nuestra dieta.
Pero sin embargo los campos de nuestro país poco tienen que ver con esto. Grandes extensiones de tierra igual, homogénea, verde, siempre los campos sólo verde.
Nuestro país se incorpora en el capitalismo mundial con el aporte de sus grandes extensiones de tierra fértil que lo transforman en el granero del mundo. En un primer momento, para fines del siglo XIX las principales ganancias locales eran para los terratenientes, propietarios del despojo originario. Las mayores, claro, eran las de aquellos que podían transportar la mercadería de nuestro país al resto del mundo. Y es que ahí comienza la trampa. Las miles y miles de toneladas que se producen en nuestro país deben encontrar quien quiera comprarlas también en otro lugar y allí los controles de cosecha, en un primer momento, para luego ser el control de la siembra.
Hoy en día la disputa se da en el terreno de la manipulación genética de la semilla y la propiedad sobre la creación de la mismas para que sean admitidas en el comercio internacional de alimentar al alimento de los hombres.
El proyecto de la nueva ley de semillas viene por eso y por mucho más. Sus lobbystas, Monsanto encabezando la lista, buscan homogeneizar las zonas rurales más fértiles de toda latinoamérica con siembras resistentes a sus pesticidas, buscando legislaciones que protejan sus patentes y generen concentración casi monopólica de los cultivos. Buscan que los productores pierdan su autonomía en cuanto a la producción de semillas. Quieren eliminar nuestra diversidad genética y nuestros conocimientos ancestrales. Quieren avasallar nuestra soberanía alimentaria. En resumidas cuentas, quieren apropiarse de la vida.
Nuestra misión es aportar las herramientas necesarias para poner bien en alza la soberanía alimentaria de nuestros pueblos. Y para cerrar, es oportuno recordar las palabras de una asamblea de estudiantes en México que dijeran: “Nos quieren enterrar pero se les olvida que somos semilla”.
Hace unos días me asomé a un cantero de mi casa que tenía tierra descansando. Como mágicamente aparecieron cientos de plantines de tomate. Semilla generosa ella que ni siquiera tuve que colocar ahí que ya germina. Es que algunos tomates de la cosecha anterior habían caído al suelo llenos de semillas, como los tomates de verdad, y se guardaron bajo tierra durante todo el invierno para aparecer con los primeros calores de primavera. Ahora es sólo cuestión de separarlos, poner los tutores y, porque no, regalar algunos.
Cierto es que no corro la misma suerte con otras especies. Como los frutales por ejemplo. Nunca pude hacer que germine ni una sola semilla de naranja. Es que los árboles tienen todo un procedimiento que requiere mucho más que asomarse al cantero.
Las que me gustan mucho son las semillas de lechuga. Tal vez porque tienen la capacidad de volar con el viento y esa es una fantasía de todas las personas. Ellas se encuentran en la flor de la planta, en un bulbo redondo con pelos hacia afuera. Al desarmarlo encontrás un montón de semillas con sus respectivos pelos que funcionan como aletas o hélices para emprender vuelo donde el viento quiera. Cierto es que son de difícil manipulación por su forma finita y pequeña y por eso se recomienda su plantación al voleo.
Las de zanahoria también son muy diminutas y se tienen que plantar directo a tierra. De estas me gusta su carácter enigmático ya que, la planta crecerá y hasta el momento de la cosecha no se sabe que vendrá.
Las de acelga y espinaca son más robustas. Requieren una primera instancia de almácigo donde se forma el plantín y luego, cuando la luna mande, se transplanta a tierra. Dependiendo de la época del año tardará tantos o cuantos días para una buena lasagna.
Otra semilla guerrera, de las que no necesitan siquiera que uno las tire a la tierra es la del zapallo. Quienes compostamos los residuos orgánicos sabemos que cuando vayamos a buscar tierra a mediados de primavera saldrán las plantas de las semillas de los zapallos que nos comimos la temporada anterior. Si no compostamos o no comimos zapallos la temporada anterior podemos sembrarla en líneas y a una distancia importante una de otra ya que el zapallo es generoso pero abarcativo.
También las hay de las que por sí mismas son alimento. El lino, la chia, el girasol, el maíz, el sésamo, la quinua entre otras. A estas, para activar sus principios es necesario hidratarlas previamente.
También están las leguminosas. Porotos, lentejas, garbanzos, habas y otras que aportan muchos nutrientes a nuestra dieta.
Pero sin embargo los campos de nuestro país poco tienen que ver con esto. Grandes extensiones de tierra igual, homogénea, verde, siempre los campos sólo verde.
Nuestro país se incorpora en el capitalismo mundial con el aporte de sus grandes extensiones de tierra fértil que lo transforman en el granero del mundo. En un primer momento, para fines del siglo XIX las principales ganancias locales eran para los terratenientes, propietarios del despojo originario. Las mayores, claro, eran las de aquellos que podían transportar la mercadería de nuestro país al resto del mundo. Y es que ahí comienza la trampa. Las miles y miles de toneladas que se producen en nuestro país deben encontrar quien quiera comprarlas también en otro lugar y allí los controles de cosecha, en un primer momento, para luego ser el control de la siembra.
Hoy en día la disputa se da en el terreno de la manipulación genética de la semilla y la propiedad sobre la creación de la mismas para que sean admitidas en el comercio internacional de alimentar al alimento de los hombres.
El proyecto de la nueva ley de semillas viene por eso y por mucho más. Sus lobbystas, Monsanto encabezando la lista, buscan homogeneizar las zonas rurales más fértiles de toda latinoamérica con siembras resistentes a sus pesticidas, buscando legislaciones que protejan sus patentes y generen concentración casi monopólica de los cultivos. Buscan que los productores pierdan su autonomía en cuanto a la producción de semillas. Quieren eliminar nuestra diversidad genética y nuestros conocimientos ancestrales. Quieren avasallar nuestra soberanía alimentaria. En resumidas cuentas, quieren apropiarse de la vida.
Nuestra misión es aportar las herramientas necesarias para poner bien en alza la soberanía alimentaria de nuestros pueblos. Y para cerrar, es oportuno recordar las palabras de una asamblea de estudiantes en México que dijeran: “Nos quieren enterrar pero se les olvida que somos semilla”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario