lunes, 27 de junio de 2016

Editorial #10 - 22/06/2016

Dificilmente al mejor guionista se le hubiese ocurrido una escena que transmita tanto, que impacte tan profundo: un sujeto, más duro que rulo de estatua, armado con un fusil en la oscuridad propia de la madrugada bonaerense, a las puertas de un convento, arrojando bolsos repletos de dólares. Pero también de Euros, Yuanes, Pesos argentinos, y hasta riyales saudíes.

Y no fue cualquier sujeto: el nocturno lanzador de bolsos es un ex funcionario público, que fue definido como su “mano derecha” por quien manejó la obra pública en nuestro país en los últimos 12 años.

Con esta imagen, más allá de las dudas que genera la velocidad de las y los periodistas de los grandes medios de comunicación de nuestro país para tomar imágenes de la vergüenza (o desvergüenza), el debate sobre la corrupción copó el centro de la escena mediática, las discusiones en cada lugar de nuestro país.

Ya no se habla más de tarifazos, pérdida del poder adquisitivo del salario, del ajuste o los Panamá Papers. Los bolsos del Sr. López son un bálsamo para quienes necesitan desviar la atención de estos grandes temas. Y que no se note la monumental transferencia de ingresos operada en nuestro país en los últimos 6 meses.

Esta observación, cabe aclarar, no implica negar entidad al gravísimo problema de corrupción que evidencia el hecho, sino poner la vara en su justa medida, y la discusión en su lugar.

Porque así como uno o varios hechos de estas características no pueden llevar sin más a una negación de los núcleos de buen sentido construidos en los últimos años (políticas de ampliación de derechos, fuerte presencia del Estado en la faz social y política exterior multilateral con anclaje nuestroamericanos), tampoco estos hechos de corrupción pueden ser los elementos legitimantes del ajuste y la concentración de riquezas, bajo la falsa excusa de que “se la robaron toda”.

Mal que nos pese, hechos como éste no sólo afectan a las y los principales dirigentes de un partido, sino también a las miles y miles de personas que tras el estallido de 2001 comenzaron a militar en proyectos colectivos, para la transformación social, y no sólo dentro del Kirchnerismo.

Hechos como este son utilizados para reforzar las mismas posturas antipolíticas que, se sabe, sólo favorecen a quienes no quieren explicitar cuáles son sus políticas porque, si así lo hicieran, no las votaría nadie, como reconoció el riojano neoliberal.

Por esta razón, esta muestra cabal de la “patria contratista”, y todas sus implicancias, que es dificil de preveer dónde culminarán, debe servirnos a quienes militamos poniendo el cuerpo por el cambio social, en cualquier organización política, para incorporar como parte central de nuestras pollíticas propuestas de control social efectivo de la administración estatal, y de castigo a los corruptos.

Porque si queremos construir un proyecto tranformador que garantice y amplie derechos, capaz de enamorar a las mayorías, no podemos relativizar. En la Batalla de Ideas, en la lucha política entre proyectos antagónicos, de nada sirve plantear que “ellos también roban, sino fijate los Papeles de Panamá, SOCMA y SEVEL”. Sólo cabe la condena, el repudio y, principalmente, la integridad de la militancia y sus organizaciones.

Porque sí, es cierto: hoy estamos gobernados por una CEOcracia compuesta por personas que provienen de, o mejor dicho son, lo más profundo del poder económico, y que se enriquecieron a costa del Estado. Pero frente a eso, la primera condición para la posibilidad de construir un proyecto emancipador es ser todo lo contrario, a partir de la legitimidad de nuestras construcciones, la prepotencia del trabajo, y la integridad ética y económica de nuestras referencias y nuestros dirigentes.

Porque la corrupción es intrínseca al capitalismo y se alimenta de la estrecha relación que mantienen las clases dominantes con las elites del funcionariado, por lo cual quienes queremos construir un proyecto de nuevo tipo, debemos poner especial cuidado y atención en el control y la sanción, a partir del protagonismo y la participación popular.

Y, también, debemos tener total limpieza en las organizaciones del campo popular, a partir de la valoración permanente de la ejemplaridad de las y los dirigentes por parte de las bases, actuando con tolerancia cero hacia los corruptos.
Combatimos la corrupción desde el ejemplo y la convicción en la justicia de nuestras propuestas. Porque ningún corrupto podrá ser utilizado para anular ni destruir los sueños de transformación de miles y miles de militantes. Porque esos sueños son más que nunca necesarios. Y estamos decididos a conquistarlos.

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