domingo, 1 de mayo de 2016

Editorial #02 - 20 de Abril de 2016

Abril, año 1991. El plan de convertibilidad de Domingo Felipe Cavallo, a partir de la venta y el desguace del Estado, empieza a volver a insertar a nuestro país en “el mundo”. “Nada de lo que deba ser Estatal, permanecerá en manos del Estado”, dicen los funcionarios. Llueven las inversiones, pero sólo mojan a algunos. Es el momento del fin de la historia y de las ideologías, es, mejor dicho parece ser, el triunfo de la democracia y el capitalismo.-


Como cada vez que tocan los Redondos, desde todos lados se organizan para la procesión. Walter y sus amigos contrataron una de las combis escolares, que comienzan a amontonarse, para que los lleve desde Aldo Bonzi hasta el Estadio de Obras Sanitarias. Así es más barato, y entre la plata que le dio su Abuela Mary, y la que juntó laburando como caddie, llevando los palos de golf, va poder comprar la entrada que tanto desea. Después del recital, no se va volver a casa: piensa hacer tiempo en Capital, hasta a las cinco y media, para fichar temprano y agarrar las mejores propinas en el Golf.


Llegaron a Obras a las nueve menos diez de la noche. El clima estaba muy cargado: mucha policía, mucho carro hidrante, tensión. Walter chequeó tener en el bolsillo la plata para comprar la entrada, que ya no había, y enfiló a la puerta: el sueño se transformó en pesadilla a las nueve y cuarto, cuando por orden del entonces comisario Miguel Angel Espósito, lo subieron en un colectivo de la línea 151 y lo llevaron detenido por “averiguación de antecedentes” a la seccional 53ª de la Policía Federal, junto con otros 72 jóvenes, diez de ellos menores de edad, igual que él.


Una semana después de permanecer privado de su Libertad en la Comisaría, después de los golpes, la violencia, el desprecio sufridas de manos de las fuerzas policiales, y tras decirle a un médico con sus últimas fuerzas que las lesiones eran por los golpes policiales, Walter falleció. Tenía 17 años. Era hincha de San Lorenzo, y quería ser abogado.


Noviembre, año 2009. Pasó muy poco desde que se sancionó la nueva ley de servicios de comunicación audiovisual. A partir de ahora, se supone, vamos a tener mayor diversidad de voces, y los oligopolios y monopolios informativos van a dejar de existir como tales. La cancha de Velez es noticia, y no por alguno de los partidos que comienzan a transmitirse en el marco del recién estrenado “Fútbol para Todos”: en sus inmediaciones, fue encontrado el cuerpo de una persona que, 24 días después, falleció en el hospital, luego de luchar contra el coma profundo en que fue encontrado.


Tanteó la entrada en el bolsillo, y caminó hasta el ingreso. La última vez que habían tocado, él tenía 7 años, así que nunca había podido verlos en vivo. Viejas Locas: el barrio, los pibes, la esquina, esa piba que bailaba, y le gustaba mucho. Al fin.


Rubén Carballo
Rubén frenó al ver que llegaba “La Pandilla”, la barrabrava del club, que pasaba frente a los tantos ratis que habían dando vuelta por el lugar, y entraba como panchos por su casa. “¿Nos vienen corriendo desde hace una hora con esos caballos, y llegan estos y entran así nomás?”, pensó en voz alta. No debe haber llegado a escucharse, porque un estruendo fuerte lo ensordeció.


La pelota se fue lejos, y corrió a buscarla. El espanto casi lo hace desmayar: al lado de ella, el cuerpo de una persona estaba tirado, todo golpeado. Después supo que se llamaba Rubén Carballo. 17 años. La familia cuenta que Rubén fue con su entrada -que todavía conservan-, contento para ver el recital de Viejas Locas. Los testigos dicen haber visto cómo lo golpeaba la Policía, y cuentan que desde temprano hubo largas colas, con policías a caballo, con cara de pocos amigos, que amedrentaban a los que esperaban para ingresar.


La versión policial dice que Rubén se cayó desde una autopista, desde más de 7 metros de altura. No explica cómo apareció a más de 5 cuadras del recital. Las pericias indican que las lesiones que tenían no se correspondían con una caída sino con golpes, producidos por un elemento romo.


Enero, año 2015. Sigue sin implementarse la ley de Servicios de Comunicación, y parece que va a ser un año bisagra para el país. Los principales puntos turísticos de la provincia de Córdoba, están al 100% de su capacidad. Lo mismo ocurre en Villa Rumipal, localidad ubicada en el Valle de Calamauchita, a 115 kilometros de la capital cordobesa.  


Los miles que llegan desde todos lados del país, hacen la cola para empezar a entrar. Ya es casi un ritual, que se repite hace un par de años, desde que tocar en Provincia está cada vez más dificil: enero, calor, Córdoba, mosquitos, fiesta. La Renga. Hay varios controles antes, es mejor entrar con tiempo, temprano.  La policía de Córdoba tiene fama de pesada y violenta, según cuentan los cordobeses.


Ismael y Victoria, su novia, van caminando hacia el segundo puesto de control, los hacen separar, varones por un lado, mujeres por otro. Mientras se dan un beso, sienten un grito, comienza una una corrida, Ismael suelta la mano de su novia, ella se da vuelta: no lo ve. No lo ve más, y comienza a buscarlo.


Dos días después, el 26 de enero y a 11 kilómetros de donde fue visto por última vez, Ismael Sosa fue encontrado sin vida. Estaba a 500 metros de la costa, en el Embalse Río Tercero. “Las últimas personas que lo vieron dijeron que la policía se lo llevó a los golpes, y todos los pibes que estaban ahí denunciaron abuso policial", denunció un legislador. La autopsia realizada por personal policial habla de muerte por ahogamiento, aunque se les olvidó asentar que al cuerpo le faltaba el mentón y la nariz, esas partes del cuerpo que pueden contar los golpes que sufrió la persona. Las mismas dificultades de observación, también, tuvo el primer abogado que “representó” -por decir algo- a la Familia, ese mismo que les fue sugerido por el productor de la banda.


Walter. Rubén. Ismael. Tres nombres de pibes cuyas historias fueron terminadas por la violencia policial. Cuando fueron a un recital de rock, aunque podría haber sido en un partido de futbol, en la esquina del barrio, o en cualquier lugar de la ciudad. Porque representan a los más de 3000 pibes que fueron asesinados por las fuerzas de “seguridad” desde la vuelta del orden constitucional.


Victímas de las prácticas policiales, que no son hechos aislados que se explican en la voluntad, sino un efecto específico del funcionamiento de la agencia policial, una práctica regular de la institución. Crímenes que muestran un camino por el Poder Judicial -la Justicia es un valor-, un camino judicial marcado por la impunidad, la inoperancia y la complicidad. Por la asunción acrítica de la versión policial, siempre tan creativa, y autojustificante.


Historias de vida que muestran también la voluntad y lucha de las familias, que mantienen vigente el pedido de Justicia. Porque, está bueno marcarlo, la impunidad de estos casos afecta no sólo a la Familia que sufre la pérdida del ser querido, sino a la Sociedad en su conjunto, que ve cómo, al quedar impunes, estas prácticas continúan, se reproducen, se institucionalizan.-


Donde hay dolor, habrá canciones, banderas rojas y negras, mientras todo arda de sirenas y de canas, para que no haya más Walter, ni Ismael, ni Rubén, ni tantos pibes y pibas muertos por las fuerzas de seguridad seguiremos gritando, cantando, exigiendo: Basta de Impunidad. Basta de Violencia Policial.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario