Imagínese que usted es un niño. Un niño de 12 años. ¿A qué dedica su vida? Va a la escuela, juega con sus amigos en el barrio, imagina el futuro, le gusta la chica de la otra cuadra...
Imaginemos ahora un día cualquiera… Se levanta a las siete de la mañana, su mamá le prepara algo para desayunar, una leche, un mate cocido, unas tostadas, tal vez galletitas; guardapolvo, mochila y a la escuela.. La primera hora transcurre muy liviana, usted todavía tiene la pesadez del sueño. Después un recreo, donde corre y juega con sus amigos y ya se va despertando. Al aula otra vez, ahora matemática, las neuronas se activan. Otro recreo. Tiene una moneda y se va al quiosco: compra unos caramelos o algún alfajor, para lo que alcance. En la última hora, el aula ya está eufórica, cuesta más prestar atención a la maestra, ya se acerca la hora de la salida… Timbre y libertad, a la calle otra vez.
Con unos compañeros camina hasta su barrio. Llega a su casa y su mamá otra vez lo espera con la comida: pongamos por caso un plato de fideos con tuco, le gusta? Encima su mamá le deja poner los dibus en la tele porque el noticiero hoy no está, todo un placer. Ese placer de la niñez dónde los problemas no existen, donde todo transcurre suave, a lo sumo ligarse algún reto por alguna macana que se mandó.
Dos, tres de la tarde. Su mamá lo manda a hacer la tarea, pero no hay ganas, como siempre. Se va para la calle. Busca a sus amigos, están en el lugar de siempre: la plaza. Uno tiene algo nuevo para endulzar la tarde: cada cuál elija según su generación: unas bolitas, unas figuritas, un tamagochi, un juego nuevo en el celular… La vida es hermosa. O al menos eso nos hace sentir el consumo de objetos. Pero los objetos nos cansan, nos aburren en algún momento. Tenemos 12 años, tenemos mucha energía. Necesitamos sacarla. Necesitamos explorar nuestra adrenalina…
Los chicos de hoy cuentan con un juego interesante para saciar estas necesidades: el parkur. Tal vez usted lo haya jugado y no lo conozca con este nombre moderno de las nuevas generaciones. El parkur es una actividad que consiste en saltar. Allí donde haya un banco, un tobogán, un tapial, un techo, en fin, cualquier elevación sobre la tierra, allí están todos los elementos que se necesitan para desarrollar el parkur. Si usted no padece de vértigo comienza a practicar la actividad y va ganando destreza y se va entusiasmando y ahora gana confianza y entonces las elevaciones de hasta un metro ya le quedan cortas, y probamos con dos, tres metros y todo es fantástico porque usted vuela por el aire y se siente libre y no está solo, porque está con sus amigos, y la vida transcurre en una armonía que probablemente no vuelva a experimentar a medida que vaya creciendo…
Dijimos que no queríamos hacer la tarea, que entonces nos fuimos a la plaza a buscar a nuestros amigos, que jugamos con las bolitas o con el celular primero, y que después nos pusimos a practicar parkur porque nos encanta y porque la plaza tiene la ventaja de ser de media manzana no más y tiene un par de construcciones (un baño público, un lugar de mantenimiento) dónde nos podemos subir y saltar, y además están los techos de las casas que lindan a la media manzana que ocupa la plaza, que nos quedan justo un techo para saltar hasta el bañito y de ahí al banco y, para los más adiestrados en el asunto del parkur, un tobogán altísimo, que está buenísimo.
Imagínese ahora que usted está en medio del salto cuando le gritan: ALTO!! POLICÍA!!! Y lo empiezan a correr y usted tiene medio porque: ¿por qué me grita la policía?, ¿si usted es un niño de 12 años jugando con sus amigos?, y como tiene miedo corre, o tal vez corre y le agarra el miedo, y los policías siguen gritando y lo están corriendo, y ahora todo se nubla y usted corre y la imagen que entra por sus ojos está movida, porque usted sigue corriendo porque tiene miedo, y es una imagen azul porque ya llegaron cuatro patrulleros y las luces se reflejan por toda la calle, y el sonido de la sirena y usted se tropieza y se raspa la rodilla y piensa que su mamá le va a poner pervinox y todo mal, porque arde mucho, y ya hay un policía que lo tiene contra el piso y le está poniendo precintos en las manos, y lo empieza a insultar, y después lo levanta y lo pone contra el patrullero y ahí…. PUM!! Le pega un cachetazo y lo sigue insultando y a usted se le cae una lágrima, y no entiende nada, y de nuevo PUM!! Ahora le pegó una piña en las costillas y lo dejó sin aire, y le pregunta que a quién le robo?, y usted quiere contestar que no, que está equivocado, pero no tiene aire en los pulmones, entonces le vuelven a pegar porque –ellos creen- usted está negándose a contestar, se está haciendo el piola, y lo vamos a llevar a la comisaría y la va a pasar mal, pero en eso usted ve la cara de su mamá que viene corriendo y siente alivio y siente alivio pero siente dolor; y su mamá grita ¡qué le están haciendo a mi hijo! ¡No le peguen a mi hijo! Y usted cree que todo está por terminar pero una policía mujer comienza a insultar a su madre y le dice que usted viene de robar y su madre llora y dice que no, que no puede ser.
¿Cómo terminamos la historia? Su madre de algún modo tiene que encontrar la manera de explicarle a los policías que usted no roba, que es un chico de 12 años, que siempre juega en esta plaza al parkur. Capaz que los vecinos se acercan y dan testimonio de que usted es un chico bueno, que va a la escuela, que siempre anda prolijito, que no puede estar robando. Tal vez ayude que esté en un barrio del centro. Claro! A usted un chico de 12 años, a usted madre de tres hijos, a usted señor comerciante del centro esto no le va a pasar. Porque usted no es morocho de piel, habla bien y pronuncia todas las ‘eses’, paga los impuestos, y encima tiene que ser víctima de la inseguridad que se ha apoderado de este maldito país donde todos son corruptos, pero usted no, pero la inseguridad y los menores, esos chicos que no son chicos sino MENORES, que salen a la calle a robar y te matan por un celular, ¿por un celular? Pero si un celular vale tres mil pesos? Por eso te matan encima? Ponen en riesgo TU vida por un celular de tres mil pesos? No señor, ponen en riesgo SU vida, la de ellos mismos por tres mil pesos, tan poquito valen..
Nos fuimos de tema. Estábamos en que la pesadilla ya terminó. Que a usted niño de 12 años esto no le va a pasar.
Esta historia hipotética se elaboró con datos e historias reales vividos por chicos de 12 años que viven en un barrio periférico de la ciudad y no roban. No son MENORES, son chicos. Sus padres trabajan, así que la mamá no los espera con el almuerzo ni los manda a hacer la tarea, pero de todos modos se las arreglan y eso que viven en un barrio donde las calles se inundan cada vez que llueve y que si se corta la luz los de la empresa no vienen a hacer los arreglos porque tienen miedo de que les roben. Estos chicos tienen que cuidarse de jugar porque en su barrio cada doscientos metros hay una garita de la fuerza de seguridad que por el bien de la Nación puede confundirse y tratarlos de ladrón cuando juegan un juego en algún rincón.
(Gracias Lic. Guillermina Laitano por el aporte y la lectura)
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