Narrador: En la barra de una cantina de un pueblo cualquiera del sudeste bonaerense un hombre bebe sólo. Termina su vaso de caña y llama al cantinero:
Manuel:- Oiga. Sírvame otro de estos. Y sirva cuatro más para mis compadres que esta vuelta invito yo.
Los hombre de la cantinas: - Salud…….Manuel
Los hombre de la cantinas: - Salud…….Manuel
Cantinero: Está contento veo. ¿Le ha cambiado la fortuna?
Manuel: Es que, después de tanto tiempo conseguí un buen trabajo. No se si bueno, pero bien pago. Mucha plata y poco yugo.
Cantinero: Mmmmmm. No será amigo de lo ajeno Ud. Miré que en este pueblo no va a tener mucho vuelo si anda en esos asuntos.
Manuel: Ehhhhh, ¿de que me trata hombre? ¿Acaso tengo pinta de delinquir? Nada de eso, me contrató un hombre de la ciudad. Es un ingeniero, con él, me recomendó mi primo. Y encima nos va a dar casa. Así que en un rato viene mi mujer con los gurice y nos vamos para el campo.
Cantinero: Salud por eso. ¿Y que va a hacer en el campo? Si me perdona que me meta.
Manuel: No hay problema hombre, y hoy menos que nunca. No me dijo muy bien qué es lo que tenía que hacer. O capaz que sí, pero no lo escuché porque me quedé pensando en el adelanto que me dio. Bueno, acá tiene lo que le debo. Me voy, voy a la ruta a buscar a mi señora. Ta luego.
Narrador: Manuel salió de la cantina directo a la parada del colectivo que traía a su familia. Bajaron y se abrazaron fuerte. Él había buscado trabajo estancia por estancia luego de la gresca con el patrón anterior, que todavía le debía cuatro meses. Hará dos semanas que no se veían.
Las dos horas que esperaron al patrón de Manuel sirvieron para ponerse al día de las cuestiones de la familia. Julia le contó de las dificultades que estaba teniendo para que la mayor vaya a la escuela y cómo lloraba el bebé porque le estaban saliendo los dientes. Mientras, él no paraba de imaginar las cosas que iban a poder hacer a partir de ahora. El bocinazo de una camioneta los interrumpió…
Ingeniero: Suban.
Narrador: El camino fue largo. Julia imaginaba el trayecto que iba a tener que hacer para llevar a la nena a la escuela mientras Manuel, sentado de acompañante del patrón, escuchaba atentamente la descripción que éste le hacía de las 2000 hectáreas que administraba su empresa. Luego de varios minutos de viaje y abrir y cerrar tres tranqueras llegaron a la vivienda.
Ingeniero: Bueno, este es el lugar. Divino, todo rústico. A mi una vez se me largó a llover muy fuerte y me quedé a pasar una noche. No estuvo mal. Bueno, la cosa es así. Mañana a eso de las 6 va a pasar el avión. Vos lo tenés que esperar en aquella esquina del campo. Cuando pasa y tira, te corrés veinticinco metros más o menos para el lado de adentro y vuelve a tirar. Así hasta que se valla. Mirá que esta semana tenemos que terminar todo el campo. Después de eso te digo que otros trabajos hay. ¿Estás preparado?
Manuel: Si patrón, preparadísimo!
Narrador: La alegría lo desbordaba. Por fin un trabajo que les permitiera tener una vida sin sobresaltos, sin padecerla. La relación se dio sin inconveniente aparente. Mes a mes el ingeniero llegaba y pagaba a Manuel su mensualidad. Puntual y, hasta a veces, un poco de más. Sin embargo, había algo que a Manuel le preocupaba mucho. Eran esos dolores de cabeza y de estómago que a menudo aparecían y cada vez con más frecuencia.
Un día de mucha lluvia, luego de dos años viviendo en la estancia, Manuel llevó a su hija a la escuela. La combi que la pasó buscar no entraba al campo, así que decidió llevarla a caballo. Al llegar la maestra le pidió hablar un minuto con él y le dijo:
Maestra: Hemos notado que Julia no respira bien y creemos saber a qué se debe. Usted me entiende, ¿no?
Narrador: Manuel no lo dudó ni por un segundo. Los ojos de la maestra reflejaban una verdad que hacía mucho habitaba en él y que inconscientemente negaba para poder seguir dando a su familia todos los gustos. Pero ese fue el límite. Volvió a su casa, habló con Julia y ambos decidieron abandonar el lugar. Tal vez conseguir alguna chacrita y poder trabajar de otra forma, sin mosquito, sin veneno, y construyendo el futuro de su familia.
Narrador: El camino fue largo. Julia imaginaba el trayecto que iba a tener que hacer para llevar a la nena a la escuela mientras Manuel, sentado de acompañante del patrón, escuchaba atentamente la descripción que éste le hacía de las 2000 hectáreas que administraba su empresa. Luego de varios minutos de viaje y abrir y cerrar tres tranqueras llegaron a la vivienda.
Ingeniero: Bueno, este es el lugar. Divino, todo rústico. A mi una vez se me largó a llover muy fuerte y me quedé a pasar una noche. No estuvo mal. Bueno, la cosa es así. Mañana a eso de las 6 va a pasar el avión. Vos lo tenés que esperar en aquella esquina del campo. Cuando pasa y tira, te corrés veinticinco metros más o menos para el lado de adentro y vuelve a tirar. Así hasta que se valla. Mirá que esta semana tenemos que terminar todo el campo. Después de eso te digo que otros trabajos hay. ¿Estás preparado?
Manuel: Si patrón, preparadísimo!
Narrador: La alegría lo desbordaba. Por fin un trabajo que les permitiera tener una vida sin sobresaltos, sin padecerla. La relación se dio sin inconveniente aparente. Mes a mes el ingeniero llegaba y pagaba a Manuel su mensualidad. Puntual y, hasta a veces, un poco de más. Sin embargo, había algo que a Manuel le preocupaba mucho. Eran esos dolores de cabeza y de estómago que a menudo aparecían y cada vez con más frecuencia.
Un día de mucha lluvia, luego de dos años viviendo en la estancia, Manuel llevó a su hija a la escuela. La combi que la pasó buscar no entraba al campo, así que decidió llevarla a caballo. Al llegar la maestra le pidió hablar un minuto con él y le dijo:
Maestra: Hemos notado que Julia no respira bien y creemos saber a qué se debe. Usted me entiende, ¿no?
Narrador: Manuel no lo dudó ni por un segundo. Los ojos de la maestra reflejaban una verdad que hacía mucho habitaba en él y que inconscientemente negaba para poder seguir dando a su familia todos los gustos. Pero ese fue el límite. Volvió a su casa, habló con Julia y ambos decidieron abandonar el lugar. Tal vez conseguir alguna chacrita y poder trabajar de otra forma, sin mosquito, sin veneno, y construyendo el futuro de su familia.
Otro narrador: El dilema es viejo. Zaffaroni lo plantea en su libro LA PACHAMAMA Y EL HUMANO: “…o bien los humanos somos unos convidados más a participar de la naturaleza o ésta se creó para nuestro habitat y, por ende, disponemos del derecho sobre ella (administradores, propietarios, con diferente intensidad de derechos)…”. Y claramente el poder dominante se ha puesto a la cabeza de la administración de los recursos que la naturaleza brinda, aplicando el criterio de la rentabilidad por sobre cualquier cosa pero bajo el discurso de la defensa del derecho al desarrollo.
Los países denominados desarrollados se caracterizan por tener un alto nivel industrial, tecnologías avanzadas, una población con un elevado nivel de consumo y potentes infraestructuras. Países que no se integran a la naturaleza sino que la dominan, la transforman, sirviéndose de ella hasta agotarla.
Paralelamente, el discurso ecologista que instalan las potencias apunta al individuo como culpable de la crisis ambiental, desligándose de su verdadera responsabilidad. “La capa de ozono se ve afectada porque usas desodorante en aerosol o si tirás un papel estás contaminando el planeta”. Cuestiones ciertas, pero ínfimas en comparación a los efectos devastadores que producen el uso de agrotóxicos en los monocultivos, la megaminería a cielo abierto, los tratamientos de los residuos urbanos, la producción de materiales para la construcción, el uso indiscriminado de combustibles fósiles.
La pregunta es: ¿Cuál es el límite?
El nuevo constitucionalismo latinoamericano, en Bolivia y Ecuador, ha incorporado a la naturaleza como sujeto de derecho donde cualquier ciudadano puede intervenir frente a una lesión, alteración o amenaza a ella como si fuera a si mismo, porque en definitiva, es un daño a sí mismo.
Creemos que nuestro país debe dar un salto en esa línea. Dada su riqueza en recursos y la amplia extensión territorial será una tarea difícil ya que las multinacionales que los explotan no renunciarán tan fácilmente como en los países hermanos mencionados.
En Código de Radio aportaremos herramientas para el ejercicio del derecho humano al desarrollo sustentable, para que podamos tener una vida plena, ecológica y económicamente viable, sin comprometer los derechos de las generaciones futuras. Intentaremos brindar recursos técnicos y jurídicos para cubrir nuestras necesidades biológicas, sociales y culturales en perfecta armonía con la madre tierra y así garantizar el derecho a la vida, a la salud, a la alimentación y a la vivienda digna, entre otros tantos. Porque los derechos humanos no sólo son integrales por su interdependencia entre sí, sino también por la interdependencia entre los humanos y la naturaleza.
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